Cada persona que ha pasado por el Congreso de Periodismo de Huesca tiene un recuerdo distinto, pero prácticamente todos tienen en su memoria El Edén, un pequeño y acogedor bar de copas oscense que recibía a los congresistas cada noche después de las jornadas de debate.
Su dueño, Carlos García Juan, nunca había pisado un periódico como redactor, pero era una de las caras más conocidas entre el periodismo patrio. No en vano, llevaba más de dos décadas recibiendo las ‘hordas’ de periodistas que cada año se agolpaban en la barra -algunos con altas dosis de alcohol o, peor aún, de ego- y preparando el escenario para que, por una vez y sin que sirviera de precedente, cantáramos al unísono las voces de la prensa.
Pese a toda aquella vorágine de sucesos nocturnos, siempre recordaré la serenidad de Carlos. Si en las películas de Hollywood el camarero abrillanta un vaso mientras escucha al periodista, en El Edén era el periodista quien acababa indefectiblemente escuchando al camarero. Cuando había algún problema, Carlos tenía una solución. Cuando el debate derivaba en bronca, Carlos tenía una propuesta. Nada nunca era imposible en El Edén; como mucho, solo improbable. Y así lo demostraba cada año aquella persona que había vivido mucho detrás de la barra, y que tal vez era el único consciente de que no había asunto tan grave como para arruinar las fechas en que podíamos coincidir todos.
La última vez que hablé con él volví a sentir su gran calor humano, incluso a través del frío Zoom en que tuvimos que vernos en plena pandemia. Ese año no habría Edén, así que envió un mensaje a los habituales del Congreso: «Tengo unas ganas locas de veros encima del escenario otra vez y jugando al futbolín; al año que viene, o al otro, cuando tengamos vacunas». Tendrá que ser en otra ocasión. Mientras tanto, brindaremos por Carlos y recordaremos aquellos días de periodismo en su Edén.
Pedro de Alzaga